domingo, 27 de enero de 2013

112. PEÑALRAYO, 954 m (6k 300+). Galbarruli. La Rioja



Arrancamos el año 2013 con una pequeña excursión de exploración a la parte occidental de los Montes Obarenes, es decir, el trocito de sierra (digo trocito porque todo en los Obarenes es pequeño) que queda entre mis veneradas peñas de Gembres y el portillo de San Miguel. Siendo niño subí desde Anguciana con Juan Ramón y Atín a esa altiva piedra que queda a la izquierda de las Gembres y que nosotros siempre habíamos llamado Peñalrayo. Pero mira por donde que los mapas dicen que Peñalrayo no es esa estupenda peña sino una cima oronda que queda bastante más hacia el Oeste y a la que se sube fácilmente desde Galbarruli. Y como después de una noche de farra no estábamos para mayores dificultades, a Galbarruli que nos fuimos el sábado 26 de enero a echar una ojeada y hacer un poco de piernas.

En la panorámica de la ascensión realizada ya se aprecia que el camino de ascensión no es nada del otro jueves y que las bellezas rocosas quedan  todas a la derecha.


Siempre suelo hacer una foto del momento de salida, pero los alrededores de Galbarruli (y su interior, ah) son tan zarrapastrosos que tuve que esperar a que hubiéramos andado un rato para tomar la primera panorámica del ambiente de inicio.


No se tarda mucho en avistar con claridad el cresterío que queda hacia el Este, y como a primera vista no se aprecia la verdadera cima de Peñalrayo he puesto una flechita amarilla sobre ella (de haberlo sabido le hubiera dicho a Rosalía que se pusiera un poco más a la izquierda... ja ja).


Un poco más adelante se disfruta de la cercanía de la pared meridional de la cima de Peñalrayo aunque yo seguiré llamando siempre Peñalrayo a aquella bellísima pirámide de roca del fondo a la derecha que según los mapas dice llamarse Avellano (???).


Llegados a este punto, una enorme y espantosa señal de tráfico avisa a los que hayan subido motorizados de que a partir de ahí es "Pista Restringida". Por suerte, nosotros no vimos ni vehículo ni persona alguna en todo el trayecto. La pista dobla a la izquierda para ir hacia San Juan del Monte y nosotros giramos a la derecha para llegar al collado que separa la cumbre de la pared. En la siguiente foto se ven bien las trazas por las que subir.


Llegados a ese collado miramos hacia atrás para disfrutar de la vista hacia poniente, con Cellorigo al otro lado de la carretera del portillo de San Miguel y los montes más próximos de Burgos blanqueados por la nieve.


Uno de ellos tiene que ser el Umión, al que ya le dediqué una entrada en este blog, y el otro no lo sé, así que puse un poco de teleobjetivo a la digital para verlos más de cerca y crear el deseo de ir allí otro día:


Pero mucho más cerca y en sentido contrario teníamos la vista de los riscos que más nos atraían, es decir, la Peñalrayo de verdad y las puntitas de las dos peñas de Gembres asomando por detrás:


Desde la cima también había espléndidas vistas hacia el Norte (el Gorbea nevado) y hacia el Sur (el majestuoso San Lorenzo presidiendo toda la Rioja Alta) pero en esas vistas tan amplias mi ojo fotográfico es bastante torpe y aunque haga siempre las fotos de rigor apenas se aprecia nada luego. Por eso mejor quedarnos con la foto que atestigua que estuvimos en la cima.


Desde Galbarruli (656 m) no llegó a la hora de subida. La distancia tampoco llega a los tres km para un desnivel de 300 mts. Hacía un sol de primavera pero soplaba un biruji de noroeste que nos hizo poner rápidamente el anorak y echarnos unos metros abajo por la ladera sureste para disfrutar al abrigo de los bojs de nuestro almuerzo de mejillones y  botellita de vino.


Viendo esta foto y mirando con detenimiento las fotos de google earth me doy cuenta de que no planifiqué del todo bien el paseo porque hubiera sido mucho más bonito volver a Galbarruli por el sendero del viejo portillo que sale a esa campa que se ve entre los dos macizos de roca. Lo apunto con puntos amarillos para la siguiente vez (si es que hay oportunidad) o para el lector que quiera hacer este recorrido. Pasar por el portillo y descender por debajo de la gran pared de roca tiene que ser mucho más montañero que desandar el camino por el que habíamos subido.


Eso es lo que pasa por no preparar las excursiones con algo más de detenimiento. Pero en fin, ya decía que lo nuestro en este día no era más que una exploración, así que la damos por bien empleada. 

Otro detalle que nos agradó mucho y que pudimos apreciar en el relajado descenso fue la limpieza reciente que se había hecho del monte bajo en sus costados. A falta de pastoreo, los Montes Obarenes han sido desde que los conozco un terreno bastante impracticable por lo que ver que la mano del hombre puede convertirlos en un un bosque mucho más limpio y transitable, la verdad es que da alegría y esperanzas.