jueves, 22 de agosto de 2013

125. LA CASCADA DE ORÓS BAJO, Valle de Tena, cerca de Biescas.



Esta entrada es una sorpresa o un hallazgo y poco o nada tiene que ver con hazañas deportivas. Más bien pertenece al sobrenombre de este blog, es decir, a la búsqueda de esas "arquitecturas" de la naturaleza que pretendía encontrar y luego contar cuando lo abrí.

Tras las pequeñas excursiones mañaneras, dedicamos las tardes de nuestras vacaciones a visitar pueblecitos perdidos y olvidados abriendo poco a poco el diámetro del círculo donde nos encontremos. Así pues, en los primeros días en Biescas fuimos a ver la ermita románica de Santa Eulalia en el pueblo de Orós Bajo, y de casualidad vimos en el aparcamiento del pueblo que había un cartelito artesanal donde ponía CASCADA DE ORÓS.


Como no ponía indicación de tiempo o distancia y no teníamos ninguna noticia de ella por las guías del valle, pasamos de ir, pero a cambio le preguntamos a un tipo muy simpático que iba en bicicleta a por las llaves que se había dejado puestas en la puerta de la ermita, que a cuánto estaba. Vosotros, en quince minutos llegáis, -nos dijo. En Biescas nos enteramos por otro simpático señor de 83 años, que el tipo de la bici, además de primo de su mujer, era poco menos que el guía cultural del pueblo, pues no sólo enseñaba la ermita sino que era también el autor del cartelito amarillo en el que habíamos reparado.

La noche del martes 6 de agosto hubo truenos y relámpagos en Biescas, así que nada de pensar en montañas. Nos levantamos muy tarde y nos dijimos: vamos a ver la Cascada de Orós. Total, es un paseíto de nada.


Y eso hicimos. Dejamos el coche en el aparcamiento del cartelito, nos internamos en el barranco y a escasos cuatro minutos de sendero encontramos una pequeña represa donde unos padres con niños se daban la vuelta. Esto no puede ser, nos dijimos. Justo encima de la represa el sendero parecía internarse por el lecho del río en una zona de lecho arcilloso pero nosotros no teníamos ganas de mojar ni manchar nuestras botas nuevas (!). Buscamos a mano izquierda y vimos unos plastiquitos blancos colgados de unas ramas de pino que parecían querer indicar un sendero bastante rudimentario e inestable (no apto para padres con mochilas con niños a la espalda) que subía y bajaba junto al río por un terreno bastante descompuesto. Lo seguimos, lo sudamos (hacía un bochornazo de tormenta) y oh maravilla, en poco más de diez minutos llegamos a una curva en que el barranco se cerraba:


Me quedé prendado de la impresionante textura de las paredes, un tema arquitectónico que me lleva de cráneo en todo el Pirineo español cuando veo la falta de sensibilidad para con las viejas texturas de las casas de piedra y el horror de las mamposterías que se hacen ahora. Tenía que haber fotografíado todas las paredes del barranco porque cada metro cuadrado es una obra de arte, pero otro punto de mayor intensidad atrajo de inmediato todos nuestros sentidos y nuestra atención.


Y es que la hermosura del pequeño salto de agua que pulía esas texturas de milhojas en piedra nos dejó sin respiración:


Qué cosa tan bonita, qué lugar tan fantástico. ¡Y tan desconocido! Nos quedamos con la boca abierta contemplándolo en soledad, pensando en los momentos de sus crecidas (cuando será imposible acceder hasta él y barrerá cualquier traza de sendero), mirando el azul intenso de la pequeña poza que crea bajo el salto y gozando de las miles de gotitas perdidas que salen por toda la pared más allá del salto en sí.

Por supuesto allá fueron fotos con mi novia, porque belleza llama a belleza.


Creo que también ella me hizo alguna foto a mí, pero mejor me escondo porque me avergonzaría estropear con mi presencia un sitio así.


Pongo una foto aérea de google earth que no dice gran cosa, pero que muestra lo corto del recorrido y la modestia del valle o cuenca fluvial donde encontramos esta perla maravillosa.



Excursión realizada el 7 de agosto del 2013, 17 aniversario de la tragedia del camping Las Nieves en Biescas, ubicado justo enfrente de este hermoso rincón, al otro lado del valle del Gállego. Sea pues este lugar de agua, recogimiento y contemplación (oración) nuestro pequeño y modesto homenaje a aquellas víctimas a las que no se les ha dedicado ni el más mínimo recuerdo en el lugar donde perdieron la vida.