martes, 27 de octubre de 2009

44. CASTILLO DE MONTGRI, (4k 250+) Torroella de Montgrí, Gerona

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Pocas excursiones como la subida al Castillo de Torroella de Montgrí en Gerona responden mejor al doble nombre de este blog: montes y arquitectura. Y aunque la razón de este título fuese el ver sugerencias arquitectónicas en las hechuras propias de las montañas, también puede ocurrir que la cima de un pequeño monte nos ofrezca como premio una excelente obra de arquitectura.

Gracias a Carlos Lloret (protagonista en un post anterior) y a homelink (el sistema de intercambios de casas), llevamos ya unos cuantos años instalándonos los últimos días de agosto en el apartamento que tiene en L’Estartit, y aunque nuestro objetivo casi exclusivo de esas estancias es la playa por la mañana y algún pequeño paseo turístico por la tarde, nunca habíamos descartado que algún día nublado nos tirase hacia el monte (justo lo contrario que en la alta montaña, donde las nubes tienden a disuadirnos).

Bueno, pues ese día llegó al fin este año cuando el martes 25 de agosto amaneció completamente encapotado. Como el objetivo elegido no parecía gran cosa nos pusimos unas zapatillas deportivas y la ropa de ir a la playa (más que nada pensando que el día podría mejorar y que a la bajada podríamos darnos un buen baño). Pero nunca hay que despreciar ascensión alguna porque lo primero que tengo de decir de esta pequeña excursión es que, debido a lo árido del terreno, las botas de monte me parecen el calzado más recomendable, y que los bastones para apoyarse tampoco estarán de más.
El punto de salida es fácil de encontrar pues dentro de Torroella ya hay indicadores. Y la misma señal está también en el inicio del sendero del parking de coches,



aunque el arranque del camino no es muy claro, con varios pequeños atajos que te hacen pensar si vas por el mejor de los senderos o no. Esto de los múltiples senderos es algo que no me gusta nada en el monte, pero bueno, dada la pequeñez de esta excursión, por lo menos aquí ya sabes que no hay pérdida. El objetivo se ve bien claro desde el principio: el castillo que está encima de ese gran domo calcáreo (foto de cabecera). Lo que no está claro si no se sabe de antemano (como era en nuestro caso) es por donde estará trazado el sendero.

Cuando los primeros senderos llegan a la base del domo, el camino amaga con irse hacia la derecha pero enseguida gira en sentido contrario y se descubre que pasa por el collado de la izquierda,



al que se llega en unos 20 o 25 minutos desde donde se deja el coche.

Una cruz señala el lugar y ofrece la perspectiva de la segunda parte de la subida que nos llevará otros 20 o 25 minutos.



Como digo, el sendero no es nada cómodo y mejor usar botas de monte que zapatillas deportivas. La diferencia de sudor que se aprecia en el vestido de Rosalía en los tres puntos clave del recorrido da cuenta del esfuerzo para hacer cada uno de los tramos (y también nos dice que aunque el día estaba encapotado, el tiempo era de bochorno y la humedad, de invernadero).



Puesto que este mismo verano habíamos estado también en los cercanos castillos de Queribus y Peyrepertus en las Corbieres, castillos que se pliegan en todas las diagonales posibles a las irregularidades de las rocas de las que emergen, encontrarnos con un castillo completamente cuadrado y regular fue una verdadera sorpresa.




Un panel explicativo cuenta que el castillo se levantó entre 1294 y 1301 y que el encargado por el rey de hacerlo fue un tal Bernat de Llabiá (o sea, ¡del pueblo de Félix!). El castillo se dejó a medio hacer cuando se disipó la disputa que lo originó por lo que, a diferencia de tantos otros castillos, éste no es una ruina sino una obra inacabada. Las sillerías de espera de las bóvedas son espléndidas y la restauración reciente de los torreones, hecha en ladrillo blanco, bastante discreta (lo que no es poco).

Desde la cima se disfruta de unas estupendas perspectivas, claro está. La primera de ellas, la vista aérea de Torroella y la vega final del Ter (y yo posando delante).



La segunda, con un poco de teleobjetivo, la del mar Mediterráneo, L’Estartit y las Islas Medes



Y en la tercera, hacia el norte, se ve toda la llanura de Ampurias, y en días claros se tiene que ver el Canigoú y todo el Pirineo; pero como el día que nos tocó estaba neblinoso la vista se nos quedó prendada en los senderos cercanos que llevan hasta un pequeño santuario metido en una hondonada y a otras lomas de lo más tentadoras para seguir andando, aunque... en días menos bochornosos.



Huelga decir que acabamos la excursión en el mar cercano. Y que... metidos en agua, como lo mejor de lo mejor de las estancias en L’Estartit es la vista de las Islas Medes que se tiene desde el apartamento de Carlos, cierro el post con una de las muchas fotos que les suelo hacer en sus muchas variantes de luz.



(Nunca me había parado a pensar que lo que seguramente me fascina de las islas es que, al estar rodeadas de una perfecta superficie plana, son como montañitas que tienen una base perfecta).