domingo, 24 de agosto de 2008

25. EL TAILLON, 3.146 m (16k 900+) Col de Tentes


Tras la alegría de un primer tres mil algo durillo (v. El Gran Facha) acometimos la subida al Taillón pensando que era poco menos que un paseo, pero de eso nada. Toda excursión tiene muchas variables, y el mal tiempo, la soledad, la mala definición del camino o las sensaciones personales pueden convertir un paseo en una pequeña aventura.

En todo caso no era aventura lo que buscábamos en el Taillón sino las mejores condiciones para disfrutar de las muchísimas bellezas que ofrece su ascensión. Y por eso la planificamos durmiendo en el refugio de Sarradets (o de la Brecha). De ese modo, la subida al refugio en la tarde anterior a la ascensión propiamente dicha sí que es un agradabilísimo paseo por sendero de alta montaña, con la sorpresa inesperada del paso de la cascada del glaciar del Taillón, del que no teníamos noticia. Desde el parking al puerto de Bujaruelo son 20 minutos por el asfalto de la carretera cerrada, y desde el puerto (donde soplaba un viento de narices) hasta el refugio, la hora y treinta minutos que marca el cartelito amarillo.

De ese paseo vespertino y sin apenas gente he seleccionado estos cinco estupendos momentos:

1) el paso bajo la cara norte del Taillón, que te permite disfrutar de la masa y las rugosidades de esa gran pared, soñando incluso con esa canal diagonal por la que no estamos capacitados para subir.





2) El alegre paso de la cascada del glaciar en el que una oportuna cadena nos ahorra los posibles resbalones:



3) El momento en que te asomas al circo del glaciar del Taillón que estaba mitad nevado y mitad con sus hielos al desnudo, con la falsa brecha y su "dedo" en lo alto por donde habríamos de pasar al día siguiente:




4) El collado en el que aparece el refugio, la brecha encima y el imponente farallón del Casco del Marboré por detrás:



y 5) La impresionante perspectiva aérea que se contempla sobre el famoso circo y cascada de Gavarnie:




Solo con semejante “paseo” vespertino yo me daba por más que satisfecho con la excursión, aunque me hacía cruces de que hubiera llegado a tan viejo sin haber estado aquí antes.

Como digo, lo hicimos entre las tres y las cinco de la tarde y en todo el recorrido no nos encontramos con más de una docena de personas. El refugio, sin embargo, estaba lleno (menos mal que habíamos reservado con tiempo) y la noche en sus atestadas literas no es una experiencia muy emocionante que digamos.

Pero lo mejor de sufrir una noche en el refugio es que puedes empezar a subir con las primeras luces del día, prácticamente en soledad, y disfrutar de los primeros rayos del sol bajo una encendida Brecha de Roland.





Al llegar a las rocas de la Brecha hay que trepar un poquito y… abrigarse, porque el cruce o paso de vientos de esa enorme puerta es casi mítico (en las 100 mejores ascensiones del Pirineo se habla de ello pero yo no lo recordaba y nos pilló de sorpresa).

Como también nos pilló de sorpresa el no encontrar allí cahir alguno que señalase el camino al Taillón. Como estábamos completamente solos, anonadados por las maravillosas vistas que había hacia el cañón de Ordesa y ateridos por el vendaval que soplaba, no imaginé que el sendero pudiera ir completamente pegado a la pared, y al bajar unos pocos metros hacia el lado español empezamos a caminar hacia el Taillón por la tremenda ladera de piedra. Lógicamente la dificultad del terreno nos puso un poco nerviosos, pero como no había forma de ir por abajo, al final nos fuimos acercando a la pared y dimos con el sendero, que como digo, va pegadito a la misma.




Entre la “brecha” y la “falsa brecha” la pared nos brindó un buen rato de calma pero cuando salimos al famoso “dedo” el viento nos empujaba literalmente hacia el glaciar del Taillón y entre eso y la caida que se veía desde allí, otra vez nos asustamos un poco. Era 13 de agosto pero como puede verse por la indumentaria de mi compañera de fatigas, aquello parecía casi una invernal.




En fin, ya sólo quedaba atacar la suave cumbre del cono final de nuestro objetivo que ofrecía dos senderos más o menos marcados. Subimos por el más directo, que al llegar arriba se asoma demasiado a la cara norte, y bajamos por el que se ve a la izquierda que está más protegido y es más seguro.




Desde el refugio hasta la cima nos costó 2horas y 10 minutos, aunque se puede hacer en algo menos tiempo porque hicimos muchas paradas para hacer fotos, e incluso para pensárnoslo un poco porque las nubes pasaban a toda velocidad rozando la cumbre y acaso fuera mejor dejar avanzar un poco más el día a ver si mejoraba el astro.

Al final paramos en la cumbre, claro, donde sólo hay un pequeño murete de piedra para protegerse del viento. Allí nos metimos a disfrutar del inmenso panorama hasta que llegó el segundo montañero del día, un tipo solitario de Orthez que nos hizo esta foto:




El descenso, desde la cumbre hasta el coche, nos costó tres horas justas y en él nos dimos perfecta cuenta de lo bonita que nos había salido la excursión. Y es que al cruzarnos con hordas de montañeros subiendo, niños, señoras y hasta gente en zapatillas te das cuenta de que todo el recorrido que tan a gusto habíamos hecho en dos sesiones y a las dos horas menos frecuentadas, es más un destino turístico que montañero:

Así estaba la subida a la brecha cuando nosotros la bajábamos y así se veía el paso de la cascada. Un horror de gente.





Pero nosotros lo habíamos hecho de maravilla. El paseo al tres mil que dicen más fácil había tenido algo de aventurilla y sobre todo, lo habíamos hecho prácticamente en soledad. Y por supuesto en la cámara me traía un montón de bellas panorámicas de las montañas de alrededor que evidentemente no caben en la brevedad de estos relatos.

(Ascensión realizada los días 12 y 13 de agosto del 2008)