sábado, 24 de mayo de 2008

20. EL TOLOÑO, 1.271 m (7k 630+) Labastida



Las tres montañas más singulares que se contemplan desde Anguciana tienen tres escalas y formas muy distintas, y desde siempre han constituido tres tipos de excursiones diferentes y muy bonitas. La más próxima y baja es la formada por las peñas de Gembres, de la que ya dije algo en la entrada número 5 de este blog, y la más lejana y elevada es la cima de San Lorenzo, de la que me ocuparé en otra ocasión. Entre medio de ambas, en cuanto a altura y formas, está el Toloño cuya elegante y clara silueta es la que puede verse en la foto de arriba tomada desde la ermita de Anguciana.

Al Toloño he subido varias veces, la primera de ellas con toda mi familia cuando tenía yo unos diez años. En aquella primera ocasión subimos desde Ribas de Tereso, pero a partir de entonces todas las demás las he hecho desde el mismo Labastida o acortando un poco la excursión desde la ermita de San Ginés.

Aunque las fotos aéreas suelen decepcionarnos un poco respecto de la imagen que tenemos de las montañas, la del Toloño sigue siendo bastante elegante en planta, como puede verse en la que he tomado en Google Earth para marcar el itinerario desde San Ginés. A continuación he puesto el tramo desde Labastida a San Ginés (kilómetro y medio de camino rural) por si se tiene tiempo y se quiere hacer algo más larga la excursión. Ahora hay un camino asfaltado por el que se puede llegar en coche hasta San Ginés pero cuando empezamos a subir al Toloño de niños e íbamos en bici desde Anguciana a Labastida, obviamente hacíamos la excursión completa.





Tengo muchas fotos de las muchas excursiones y variadas compañías con que he subido al Toloño (con mis padres, con los amigos de infancia, con Rosalía o con Carlos Lloret) pero por dar unidad al relato pongo hoy aquí la que hice con las hijas, con Rosalía y con el matrimonio Ernesto Reiner y Eva el 12 de enero de 1997. Me alegra ponerlas por las hijas pero también me da un poco de pena o nostalgia por la otra compañía porque entre aquellos alegres días y los actuales está la traición o puñalada por la espalda que me dio Ernesto cuando me echaron de elhAll. Qué le vamos a hacer… (no voy a borrar las caras como hacía Stalin…, y además, casi siempre estoy abierto a perdonar... cuando se pide perdón).

Salimos de San Ginés con niebla cerrada, pero como el pronóstico del tiempo era bueno, ya sabía que arriba iba a hacer sol. Esta es la foto del comienzo del camino:


Y estas otras dos, cerca ya de la línea de la cumbre, contemplando la niebla desde arriba.




El camino de subida al Toloño es uno de los más bonitos que conozco. Según se va tomando altura en el primer tramo en dirección Noroeste se va disfrutando del pasiaje de los meandros del Ebro y cuando el camino gira a Noreste (a unos 45 min del comienzo) es una maravilla contemplar la arquitectura de las “peñas caidas” a la izquierda de la cumbre, o de todo el lomo del monte.

Poco antes de llegar a la línea de cumbre se pasa por encima de cuatro cárcavas muy características y al llegar a esa línea se lleva uno la increíble sorpresa de encontrarse con las ruinas de una iglesia gótica y con un gran pozo-nevera.




Al llegar a ese paraje se tiene una sensación de dominio increíble porque la cumbre del Toloño es una gran meseta que invita a pasear y solazarse. Lo más tentador siempre es llegar al punto más alto (1.271 m) que es donde está la cruz y que es lo que hicimos en esta ocasión. Pero si nos da por trepar rocas (como nos ha ocurrido a Rosalía y a mí en alguna que otra ocasión), subir “La Mesa” (que es esa roca que se ve a la derecha de la siguiente foto subiendo a la cumbre) es el destino más atractivo.


Finalizo el relato con la foto de grupo en la cruz de la cima. Elena levantó la mano para señalar al cielo como signo de victoria y salió en sombra, pero aún se aprecia su sonrisa.


Desde la ermita de San Ginés (640 m de altitud) a la cima hay como dos horas y cuarto o dos horas y media de ascensión. Seiscientos treinta metros de desnivel no son ninguna tontada. Para el descenso, calcular hora y media o dos. O sea, empezar a subir antes de las nueve es la mejor propuesta de una magnífica mañana de monte.